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Juntas de ofensiva nacionalsindicalista
Era franco: un falangista
Según el académico Rolando Álvarez , los primeros años de la Dictadura Militar estuvieron marcados por la disputa interna entre las posiciones nacional-corporativistas y las neoliberales (irreconciliables entre sí). Finalmente, el régimen de Pinochet adoptó completamente la posición unionista , dejando sin poder ni influencia a los sectores nacionalistas y fascistas, incluido el MRNS.
A diferencia de Patria y Libertad, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 no supuso el fin de los nacionalsindicalistas, sino que, por el contrario, parte de la organización se sumó a la dictadura militar dirigida por los militares. [ 28 ] Sin embargo, mantuvieron una rivalidad con los gremialistas dentro del Ministerio Secretaría General de Gobierno, debido a sus diferencias respecto al rol del sindicalismo. [ 40 ] [ 41 ]
Por su parte, los sindicalistas, liderados por Jaime Guzmán , entendían la despolitización desde una perspectiva corporativista. Según esto, los cuerpos intermedios, alejados de la influencia de cualquier partido político y del Estado, deberían ser los organismos encargados de canalizar la participación ciudadana. A diferencia de los sindicalistas, los nacionalistas, como el MRNS (Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista), eran partidarios de un corporativismo estatista. Desde su perspectiva, la despolitización del sindicalismo no significaba vaciarlos ideológicamente, sino alejarlos de la influencia de los partidos liberales y marxistas. De este modo, debían participar en la toma de decisiones del Estado, haciéndolo funcional, siguiendo el estilo fascista .
Sindicalismo nacional reddit
El partido se organizó inicialmente como un triunvirato formado por Ramiro Ledesma, Ruiz de Alda y José Antonio Primo de Rivera, mientras que el cargo de secretario general secundario recayó en Raimundo Fernández-Cuesta. [5] Atrajo a un número considerable de intelectuales destacados, como Pedro Mourlane Michelena, Rafael Sánchez Mazas, Ernesto Giménez Caballero, Eugenio Montes, José María Alfaro, Agustín de Foxa, Luys Santa Marina, Samuel Ros, Jacinto Miquelarena y Dionisio Ridruejo[6].
Martin Blinkhorn ha reconocido al menos cuatro corrientes ideológicas diferentes dentro de la Falange, un partido un tanto ecuménico, desde la fusión hasta la expulsión de Ledesma: el conservadurismo propugnado por monárquicos como Francisco Moreno Herrera, marqués de Eliseda; el catolicismo autoritario de Onésimo Redondo; el nacionalsindicalismo radical (y anticlerical) de Ramiro Ledesma; y el regeneracionismo elitista distintivo de José Antonio Primo de Rivera[7].
En noviembre de 1934, el marqués de Eliseda, financiador del partido, abandonó la Falange por su desacuerdo con las propuestas del partido respecto a las relaciones entre el Estado y la Iglesia, que consideraba «francamente heréticas». Su marcha dejó al partido sin sus principales ingresos y su aparato de propaganda[9].
Nacionalsindicalismo vs. fascismo
El trabajo ocupó un lugar importante dentro del programa político de la dictadura del general Franco, que consideraba el trabajo como un factor fundamental para el desarrollo económico y un medio para que el régimen pudiera ejercer su poder. Así, el trabajo se convirtió en un elemento esencial y pivote sobre el que se organizó la política social española. La discapacidad, considerada como un obstáculo para el correcto desempeño de la actividad laboral, surgió como un fenómeno que debía ser incluido en las medidas generales destinadas a regular y controlar el desempeño de las tareas productivas. Prueba de ello son las medidas adoptadas en materia de seguridad e higiene en las fábricas y la recuperación de las víctimas de los accidentes de trabajo.
El objetivo de este artículo es explorar estas intervenciones y utilizarlas para mostrar cómo la discapacidad fue utilizada como vehículo para implementar medidas destinadas a disciplinar a la población en su conjunto. Utilizando como fuentes principales los documentos legislativos, la prensa general y profesional y los panfletos de propaganda, este artículo muestra cómo el discurso generado en relación con la medicina del trabajo representó una vía esencial, no sólo para desarrollar un modelo médico de la discapacidad en España, sino también para ejercer una forma específica de biopolítica.
Falangista
El grito de vuestra exultación, plenamente legítima, se funde con el que se eleva desde todas las ciudades de España, que ahora están completamente liberadas de la infamia de los rojos, y con el grito de los antibolcheviques de todo el mundo. La maravillosa victoria de Barcelona es un capítulo más de la historia de la nueva Europa que estamos creando. Las magníficas tropas de Franco y nuestros intrépidos legionarios no derrotaron sólo al gobierno de Negrín; muchos otros de nuestros enemigos en este momento están mordiendo el polvo. La consigna de los rojos era ésta: «No pasarán»; pasamos, y os digo que pasaremos (MUSSOLINI, 1951, p. 283).
Así se dirigió Mussolini, en el balcón de la Sala del Globo del Palacio Venecia, a la multitud reunida en la plaza el 26 de enero de 1939 para celebrar «la entrada de los nacionales» en la capital catalana bajo el mando del generalísimo (MUSSOLINI, 1951). La caída de Barcelona, que era uno de los últimos bastiones del Frente Popular, representó una gran victoria tanto para la formación militar insurgente como para el Duce del fascismo italiano. No sólo porque recompensaba el apoyo que los camisas negras del Corpo Truppe Volontarie (Cuerpo de Tropas Voluntarias o Cvt) habían prestado desde las primeras semanas de la Guerra Civil española. Tampoco fue sólo un desagravio por el duro revés -que tuvo un fuerte valor simbólico y propagandístico- sufrido en marzo de 1937 en Guadalajara por las milicias dirigidas por Mario Roatta, que soportaron en gran medida el peso de la operación.1 Sobre todo, fue el triunfo de la verdadera y única nación española, la nación fascistizada de Francisco Franco, frente a la antinación, alimentada por el socialismo, de los gobiernos liberal-republicanos.