Milagro en el convento de santa maria juana

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Juana de la Cruz Vázquez y Gutiérrez, T.O.R., (3 de mayo de 1481 – 3 de mayo de 1534), fue una abadesa española de la Tercera Orden Regular franciscana[1] Conocida como mística, fue autorizada a predicar públicamente, un permiso extraordinario para una mujer. Viviendo en el inicio de la época dorada de la mística española, se cuenta entre las madres literarias de Teresa de Ávila[2]. En 2015 fue declarada Venerable por la Iglesia Católica[3].

En 1496 Vázquez fue a vivir con unos tíos a Illescas. Su belleza y virtud eran tales que llamó la atención de un noble caballero, Francisco de Laorte. El padre de Juana la desposó con él. Presionada por su familia para que se casara, se vistió de hombre y se escapó de casa. Fue acogida por las hermanas del Beaterio de Santa María de la Cruz. Perseguida por su familia, convenció a su padre para que le diera permiso para quedarse en el convento[3] Al año siguiente hizo su profesión religiosa, tomando el nombre de Juana de la Cruz. Vivió como hermana franciscana durante 38 años, durante los cuales ayudó a difundir el rezo del rosario y la devoción a los Ángeles Custodios.

Milagro en el convento de santa maria juana 2022

La llamada a la vida conventual atrajo a las mujeres de todo el mundo moderno, desde Madrid hasta la Ciudad de México y Manila. A pesar de las restricciones que estas instituciones imponían a sus habitantes, también ofrecían a las mujeres la oportunidad de perseguir vocaciones del espíritu y de la mente. Entre los muros de los conventos, Teresa de Ávila inauguró su innovadora reforma religiosa, Sor Juana Inés de la Cruz compuso algunos de los poemas más ingeniosos de la lengua española, e innumerables mujeres escribieron poderosos relatos de sus viajes religiosos.

«Mujeres de la página» muestra la extraordinaria colección de imágenes y libros de la Biblioteca John Carter Brown centrada en las monjas y la vida conventual de toda España y su imperio. El término «convento» se utiliza aquí en un sentido amplio para abarcar las comunidades de clausura cuyas residentes tomaban el velo, así como las instituciones femeninas como los beaterios, que albergaban a mujeres laicas. Asimismo, las monjas que aparecen en la exposición no son sólo mujeres que profesaron (las que tomaron los votos completos), sino también novicias, beatas (hermanas laicas) y otras que vivieron en comunidades religiosas femeninas. Se incluyen objetos que arrojan luz sobre cómo se presentaban las monjas en las autobiografías espirituales y sobre cómo las retrataban los artistas y hagiógrafos masculinos. En varios casos, se hace hincapié en los encuentros milagrosos de las mujeres con las imágenes sagradas y sus visiones arrebatadoras del amor divino. Otros objetos permiten conocer los ritmos más mundanos de la vida conventual: el sonido de los textos sagrados leídos en voz alta; los rituales de perambulación por el claustro; y las privaciones y el placer que suponen el ayuno, los banquetes y la preparación de las comidas.

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Es una adaptación de la obra de Jean-Pierre Martínez dirigida por Ángels Martínez e interpretada por Neus Ortiz, Marilina Marí, Lourdes Tur, Patricia Serra, Alfonso Diaz, Bernardo Garrote y Vicent Torres.

Se trata de una divertidísima comedia que nos presenta a las hermanas del convento de Santa María Juana, que deben reinventarse para no tener que cerrarlo. Para ello, las monjas se convertirán en verdaderas empresarias de un negocio muy rentable, aunque ilícito, para salvar el convento. ¿Adivina qué puede ser?

Milagro en el convento de santa maria juana del momento

¿Qué pasaría si la única manera de seguir una educación y tener tiempo para escribir fuera hacer un voto de abstinencia y pobreza e ingresar en un monasterio o convento? Esa fue la decisión que tomó Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana cuando se convirtió en Sor Juana Inés de la Cruz para dedicarse a estudiar y escribir poesía en el México colonial. Para una mujer o un hombre del siglo XXI, que tiene acceso a la educación y a la libertad de escribir, ese camino es difícil de imaginar. Pero creo que lo entendería Virginia Woolf, que defendió la idea de una «habitación propia» como recurso clave para un escritor.

En 1667 ingresó en un convento carmelita; en 1669 se cambió al menos estricto Convento de Santa Paula de la Orden de San Jerónimo. Sus habitaciones en el convento incluían una biblioteca en la que reunió unos 4.000 libros; una de las mayores bibliotecas de América en aquella época. Estudió, se reunió con intelectuales y escribió poesía, filosofía, teatro y música. Sus poemas se publicaron en España. Sor Juana enseñó teatro y música en la escuela del convento.