El científico del Ejército Bruce Ivins no se guardaba sus problemas. Los terapeutas sabían que tenía un historial clínico de paranoia, obsesión y alucinaciones. Los médicos le recetaron fuertes medicamentos.
Un colega se quejó de que era un »completo maniático».
Otro recuerda haberlo escuchado llorar sin esconderse en su escritorio de una de las principales instalaciones biológicas del Ejército.
También el Departamento de Justicia tenía sus sospechas. Los investigadores descubrieron hace años que trabajaba hasta altas horas de la noche poco antes de los ataques de ántrax del 2001.Ya para el 2005, científicos del gobierno habían determinado genéticamente que el ántrax que se halló en su laboratorio coincidía con el tóxico que mató a cinco personas. Sin embargo, Ivins siguió trabajando en el laboratorio militar en Fort Detrick, Maryland.
De igual, modo compró armas y aprobó una verificación de antecedentes que se le hizo. A medida que la Oficina de Investigaciones Federales (FBI) se le acercaba más, y lo consideraba el principal sospechoso de los ataques, Ivins se volvía más inestable.La semana pasada, se suicidó, después de más de un año de que el FBI había recopilado las pruebas principales que presentó el miércoles sobre su culpabilidad.
Preocupaciones sobre la privacidad, fallas legales burocráticas, las demandas de una pesquisa criminal, una combinación de estos factores permitió a Ivins mantener su empleo, así como evitar ir a la cárcel durante años, además de continuar trabajando en el laboratorio de alta seguridad hasta noviembre del año pasado.Según Paul F. Kemp, abogado de Ivins las pruebas eran demasiado débiles para incriminarlo. ‘
‘Si todas estas pruebas fueran sólidas, entonces, ¿qué estuvo sucediendo desde el 2005?», preguntó el miércoles Kemp después que el gobierno presentó las alegaciones en una conferencia de prensa junto a un sinfín de documentos. «¿Por qué Ivins estaba libre si pensaban que era culpable?».
Esas preguntas van más allá de la investigación criminal. Realmente lleva a preguntarse cuán seguro son los casi 1,400 laboratorios biológicos del país, y si los 14,000 científicos que trabajan con tóxinas mortíferas han sido analizados por el tipo de enfermedad mental que Ivins mostraba.
El Instituto Médico de Investigación de Enfermedades Infecciosas, conocido como USAMRIID, sigue estrictas medidas de seguridad que buscan detectar quiénes son los científicos con problemas.
El instituto no ha ofrecido ninguna explicación sobre por qué se le permitió a Ivins trabajar con algunas de las toxinas más peligrosas del mundo, al tiempo que tomaba fármacos antidepresivos, y recibía consejería para tratar de controlar sus problemas.
‘Ahora el siquiatra y el consejero que me atiendan, dicen que mis síntomas no son los de una depresión ni un desorden bipolar, sino tal vez los de un `Desorden de Personalidad Paranoide’ », escribió Ivins en un mensaje electrónico de julio del 2000 que apareció en los documentos del gobierno que dieron a conocer.’
‘Tengo una paranoia increíble, a veces alucinaciones, y no hay nada que pueda hacer hasta que desaparecen, lo mismo por sí mismos que por las medicinas que tomo»
Escribió en agosto de ese año.
Los investigadores dijeron que entre el 2000 y el 2006, a Ivins se le recetó antidepresivos, sicotrópicos y fármacos para tratarle la ansiedad.Sólo hasta noviembre del 2007, luego que el FBI allanó su casa, que Fort Detrick revocó su acceso al laboratorio, y lo colocó en trabajos de oficina hasta el año pasado.
»Si realmente fue él quien hizo esos ataques, y actuó por su cuenta, es algo terrible porque es demasiado daño para ser causado por una sola persona»
Dijo Gigi Kwik Gronvall, del Centro de Bioseguridad de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. El USAMRIID no actúa solo, sino que lo hace con personas en un lugar muy seguro’.
Todo lo que Ivins discutió con sus terapeutas, doctores o en reuniones de Alcohólicos Anónimos será protegido por la política de privacidad.